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sábado, 27 de abril de 2013

MIRADAS

Miradas, tan solo eso, miradas. Tan solo de eso se alimenta esta relación. De miradas. 
No se si comenzó ella, o comenzó el, no lo recuerdo, no puse atención... ensimismado... miraba. Miraba sin pensar.
Miradas fugaces, prohibidas, camufladas entre el oleaje de cabezas absortas en los libros. Miradas superfluas, de pasada, como sin querer, ajenas al silencio de la bilbioteca. Así comenzó todo.
Luego, días y meses ¡hasta años! de miradas, de complicidad, de alegría, eufóricas, melancólicas, juguetonas, lujuriosas, tristes, excitadas, arreboladas, animadas, vivas... con cuantos adjetivos se puedan definir las miradas, pues les recorrieron todos a lo largo de los años. 
Acompañadas de sonrisas, de lágrimas, de suspiros, de estornudos, de guiños, de risas... 
Pero ni una palabra. Tan solo miradas, sorteando las cabezas absortas en los apuntes y los libros, en silencio. 
Miradas invisibles para los demás, y sin embargo, conectadas entre sí desde el tercer día, cuando decidieron dejar de mirarse de soslayo para mirarse sin reparo.
Miradas encendidas, impacientes, anhelantes...
Miradas frustradas, nerviosas... ¿solo me vas a mirar? parecían decirse uno a otro... con la mirada, claro.
Ni una sola palabra, así toda la carrera. Años, de mirarse y de no hablarse. 
Así venía subsistiendo la relación, cogida con pinzas. Ni sabían cómo sería la voz del otro.
El día que terminó la carrera, los dos tenían pensado decirse algo, pero que si mi padre viene a buscarme, que si quedé con mi hermano, no pudieron decirse nada, solo adios... eso sí, con la mirada.
Al día siguiente, volvieron al paseo de la facultad aunque ya no pintaban nada allí, pues era su único sitio en común. Los dos con la misma idea de verse.
Allí plantados, inmóviles, a cincuenta metros, mirándose. Avanzaban uno hacia otro con parsimonia, y cuando estuvieron juntos, una sonrisa, las manos cogidas, y sin decir nada, se besaron...
Sin decir nada...
                             Miradas...
                                                 Besos...
¡sshhh! ¡no digas nada!
Ni una palabra, que estropee la magia, pues este cuento, solo es un cuento, fantástico de mi fantasía, imposible... ni te lo imaginas. Hay que andar escaso de cordura para comprenderlo, pues es una locura.







14 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Me gustó bastante el relato. Creo que hubiera estado mejor sin el epílogo el resto queda a la imaginación del lector.

Saludos Rubén, hace tiempo no te leía ¿No has publicado?

Hasta pronto.

Paraíso Perdido dijo...

Pues entonces yo debo ser de esas que andan escasa de cordura,porque lo entendí todo desde el principio ; )
Y si hay que estar loca para entenderlo,pues que viva la locura jeje.

Miradas que nacen,ingenuas al principio en silencio,miradas que se convierten en mensajes en los que no hacen falta palabras,que van creciendo poco a poco con una complicidad que sólo ellos entienden,un amor intenso de dos extraños cuyo lenguaje se basa en miradas cómplices,en las que no importa nada más,y en las que se dicen todo,hasta decidirse al final a encontrarse,y con esa miradas mutuas decirse todo lo que sus corazones sienten en esa unión perfecta en la que no hace falta hablar,sólo sentir y dejarse llevar...

Un relato tan romántico y dulce que me ha encantado Ruben.

Estaba deseando que lo publicases y poder leerlo,me ha sorprendido gratamente ^_^

Un abrazo fuerte,buen finde!!

Unknown dijo...

Ruben muchas veces que viva la locura y muera la cordura, hoy nos has dejado un gran relato de amor sin palabras, a veces la mirada dice más que un libro, o la sonrisa o ese beso del final.

Saludos,

Ruben dijo...

Puede ser, Aida, pero el epílogo salió sin preguntar, sin permiso, rebelde que me ha salido el subconsciente.

Ruben dijo...

Paraiso perdido, se necesita un poco de locura para sobrellevar todas las cosas que no son normales y también mucha imaginación para entender todas las bobadas que pienso.

Ruben dijo...

Saudades, y se nos olvida eso de si las miradas matasen... las miradas hablan, que quede claro, y dicen muchas cosas.

Verónica O.M. dijo...

Preciosa historia, sin esa poquita de locura, o imaginación, (llámalo como quieras) no seríamos capaces de escribir un párrafo.
Un saludo, buen fin de semana

Midala dijo...

Una mirada puede decír mucho más que mil palabras.¿recuerdas la mirada de tú padre cuándo llegabas a casa con un suspenso????pués...esoooo. No hacía falta nada más que con la mirada nos decía todo.
Me sorprendiste con este relato fijate!!!hacía mucho tiempo que no me paso por ninguna parte y...noto tu escrito...distinto a los de antes...más maduro...más realizado!!!!!Me encantó si señor!Milllllllllllllllllllllll bikosssss Rubén que aunque tarde en pasar...no me lo tengas en cuenta vale?????:):):)

El tejón dijo...

Y sin embargo cuantas veces rehuimos de las miradas y de los ojos de la gente.
Me encantó el relato,Ruben.

Ruben dijo...

Verónica, tienes razón.


Midala,Siento decirte que nunca le llevé un suspenso a mi padre, si es que era un niño muy aplicado, me estropeé después.

Tejón, es verdad que muchas veces rehuimos la mirada de la gente, a veces esa mirada es un arma que te vence, o que te intimida.

Sese dijo...

Bendita locura la que nos permite entender ese lenguaje, ese beso que se pide con la mirada, que se consiente con la mirada y donde huelgan las palabras

Saludos

Rafa dijo...

Muchas veces las miradas, gestos... dicen más que las palabras... y estas ultimas como bien dices pueden llegar a romper la magia del momento.

saludos.

Recomenzar dijo...

hermoso texto

Sue dijo...

Las miradas hablan, sin duda, así que para qué hablar.